sábado, 1 de octubre de 2011

PACTO DE SANGRE, de James M. Cain

DATOS TÉCNICOS:


Título: Pacto de sangre
Título original: Double Indemnity
Autor: James M. Cain
Editorial: Emece Editores
ISBN: 978-9500424585
Páginas: 162




ARGUMENTO:

Walter Huff es un ávido agente de seguros que tras diez años de experiencia en el sector, conoce todos los trucos de su profesión. Ha asistido a numerosos intentos de fraude y tiene una intuición muy desarrollada para detectar la motivación, exenta de probidad, de algunos de sus clientes.

Un buen día, tras haber realizado una serie de visitas a varios clientes, decide pasarse por el domicilio de los Nirdlinger, ya que está próxima la renovación de su póliza de automóviles. Él no se encuentra en casa y es atendido por su esposa. Desde el primer momento Walter comprende que se siente atraído por la mujer y entra en su juego, un juego peligroso donde Huff pone a disposición de la señora Nirdlinger todos sus conocimientos a la primera insinuación de ella. Desde ese preciso momento hipoteca su futuro.



IMPRESIONES:

Pacto de Sangre es la segunda novela de James Mallagan Cain. La escribió dos años después de El cartero siempre llama dos veces (1934), un éxito rotundo de ventas y que le catapultó a la fama como escritor de culto del género negro. Esta segunda novela se publicó como serial en ocho entregas en la revista Liberty Magazine. Ocho años después la novela volvió a publicarse, junto con otras dos, en un libro titulado Three of a kind.

El argumento está basado en hechos reales y se fundamenta en el asesinato cometido en 1927, en la ciudad de Nueva Cork, por Ruth Brown Zinder y su amante, contra la persona de su esposo, al que previamente había persuadido para que contratase un seguro de vida y así cobrar la indemnización. Un año después ambos fueron ejecutados en la silla eléctrica en la prisión de Sing Sing.

La novela está escrita en primera persona por el protagonista, a modo de confesión. De hecho, Walter Huff inicia la narración a modo de flashback el día en que se acerca a la casa de la víctima, el señor Nirdlinger, con la intención de renovar su póliza de vehículos que está próxima a vencer; pero él no está y le atiende su esposa. Posteriormente, en el último capítulo, nos enteramos por el protagonista que se dirige expresamente a los lectores, que todo lo relatado es una declaración jurada que ha firmado ante un notario: “Lo que ustedes acaban de leer, si lo han leído, es la confesión. Tardé cinco días en escribirla, pero por fin estuvo lista el jueves”.

Y precisamente, por haber elegido como fórmula para relatarnos los hechos esta declaración jurada, utiliza un estilo directo pero impecable, recreando una atmósfera asfixiante y dominada por el miedo, con descripciones breves y diálogos concisos. Los personajes, sin embargo, están poco definidos; de hecho, he tenido la sensación de que la historia se nutre gracias a determinados clichés: por un lado, tenemos a Phyllis Nirdlinger, la segunda esposa de la víctima ejerciendo el papel de “femme fatale” (figura que el autor ya había utilizado, con indudable éxito, en su primera novela) y, por otro, a Walter Huff, que se deja arrastrar tanto por su codicia como por esa atracción fatídica que la mujer representa desde el primer momento. Con estos mimbres el autor va hilando una especie de tragedia griega, propia de los planteamientos de Eurípides, donde el protagonista es consciente de su temeridad y asume sin contemplaciones su destino. A través de la narración somos partícipes de sus más íntimas emociones: “Estaba al borde de un precipicio, diciéndome sin cesar que debía alejarme, y alejarme con rapidez, y no volver más. Pero eso es lo que yo me decía. Lo que hacía era mirar el precipicio, había algo en mi que me impulsaba más para ver mejor”. Y ambos personajes son insensibles hasta la saciedad, porque para ellos no existen los dilemas morales: “Una o dos noches después volvimos a tratar el asunto (el asesinato) como quien habla de una excursión a la sierra”. Lógicamente, el momento del arrepentimiento nunca llega, sino que una vez cometido el asesinato, lo único que preocupa al protagonista es lo vulnerable de su situación, que le puede llevar a la catástrofe: “Comprendí lo que había hecho. Había matado a un hombre. Había matado a un hombre, por una mujer. Me había puesto en manos de esa mujer, de modo que había una persona en el mundo que, con una sola palabra, podía matarme. Había hecho eso por ella y no quería verla en la vida”. Y con una indolencia pasmosa, sentencia: “Basta únicamente una sombra de miedo para transformar en odio el amor”.

Del resto de los personajes sabemos poco. Destaca Keyes, el jefe de Huff, más curtido y escrupuloso que él en temas relacionados con el trabajo y una pieza fundamental en el desenlace, quien, desde que se hace pública la muerte de Nirdlinger sospecha que se trata de un asesinato, a pesar de que tanto la policía como el presidente de la compañía se inclinan por la tesis del suicidio. O Lola Nirdlinger, hija de la víctima de su primer matrimonio, cuyas sospechas sobre Phyllis la ponen en el punto de mira de ésta y que con su actitud y su ingenuidad ante el protagonista consigue indirectamente que éste revele su crimen.

El desenlace, sin lugar a dudas, es genial, ya que el protagonista con su declaración consigue cobertura por parte de la compañía de seguros en la que trabaja para escapar de la acción de la justicia y, a cambio, ésta elude un juicio mediático además de ahorrarse la doble indemnización que tendrían que pagar a la viuda al demostrarse el asesinato.

El título original de la novela es Double indemnity (Doble indemnización), pero en nuestro país eligieron el de Pacto de sangre. No conozco, ni comprendo, los motivos esgrimidos para este cambio, siendo el original mucho más elocuente, al hacer referencia expresa a la trama, pero como ya sabemos que esta actitud es muy común, que no creo que merezca la pena ni discutirlo, aunque si dejar constancia.

En 1944 la novela, con guión de Raymond Chandler, fue llevada al cine por Billy Wilder. Tuvieron que hacer varios cambios en su adaptación, siendo el más significativo el del final, obligados por la censura. Los protagonistas elegido fueron Fred MacMurray, Barbara Stanwyck y Edward G. Robison.

5 comentarios:

  1. Qué buena pinta tiene esta novela, de este autor tengo pendiente de leer El cartero siempre llama dos veces y esta no la conocía pero me la apunto también, que parece muy interesante
    un beso!

    ResponderEliminar
  2. Pues si, Tatty, la novela es muy interesante y además se lee en una tarde. Es cortita y no puedes dejar de leer en ningún momento. Un abrazo!

    ResponderEliminar
  3. Tiene buena pinta y no he leido nada del autor, me parece que va a ser hora de ponerle remedio a esta situación...

    ResponderEliminar
  4. Pues si, Carmina, es una lectura interesante.

    ResponderEliminar
  5. La acabo de devorar hace unos minutos, es impresionante, te devuelve la ilusión por las buenas novelas de este género, la invasión nórdica había creado casi hasta un subgénero que para que una buena acabase en tus manos había que hacer encaje de bolillos, menos mal que nos quedan los clásicos y lo digo porque estoy disfrutando el libro de Hammett "Todos los casos del agente de la continental".
    Un saludo.

    ResponderEliminar